Anna Caballé Masforroll (l’Hospitalet de Llobregat, 1954) ha sido profesora de literatura española en la Universidad de Barcelona desde 1977. Ejerce la crítica literaria y ha sido conferenciante en múltiples universidades españolas, europeas y americanas. Obtuvo el Premio Nacional de Historia en 2019 por su biografía Concepción Arenal. La caminante y su sombra (Taurus, 2018). Su libro más reciente Íntima Atlántida. Vida de Rosa Chacel (Taurus, 2025).
FEDEPE.- ¿Qué mujeres han marcado tu vida personal y profesional?
¿Qué liderazgos femeninos te han inspirado y qué valores destacarías hoy como esenciales?
Anna Caballé.- He comentado en otras ocasiones que a comienzos de los años 70, cuando ingresé en la Universidad para estudiar Filosofía y Letras los modelos de liderazgo femenino que las jóvenes de entonces teníamos a disposición eran muy pocos. Eran otros tiempos y ante el desconocimiento de una tradición propia, porque el franquismo se propuso suprimirla y dejar a las mujeres huérfanas de otros valores que los que imponía la propia moral franquista, hubo que buscarla fuera. Recuerdo haber leído con avidez las Memorias de Simone de Beauvoir: allí encontré un modelo intelectual de cómo estar en el mundo que me fascinó. Durante unos años procuré imitarla en todo lo que pude. No importa lo que hayamos sabido después, su influencia en mi generación fue mucha. En cuanto a mi vida personal, yo me crie durante unos años con mi abuela materna, maestra nacional, formada en los años veinte, en un ambiente de libertad distinto al de la postguerra. Era una mujer que quedó viuda durante la guerra. Era culta, autónoma, leía y escribía en catalán, con un gran sentido del deber y muy desentendida de la apariencia femenina. Nunca te comentaba un vestido o un peinado (o la falta de él), cosa que sí hacía siempre mi madre. Sus valores siguen siendo los míos.
FEDEPE.- ¿Cómo valoras la representación y el papel real de las mujeres en tu sector profesional? ¿Has notado avances en los últimos años o persisten barreras invisibles?
Nunca puede decirse de una situación que sea perfecta, porque los humanos somos imperfectos y cualquier situación generada por nosotros forzosamente lo será; pero los avances en los derechos de las mujeres (me refiero al mundo occidental, aunque China y Japón han hecho grandes avances también), su presencia en la vida pública, la influencia alcanzada nada tiene que ver con la de cincuenta años atrás. Pero nada. Así que valoro muy positivamente, refiriéndome a mi campo de trabajo, las aportaciones académicas llevadas a cabo por muchas mujeres en el ámbito de la investigación universitaria y del pensamiento y valoro también mucho la recepción positiva que han ido encontrando sus ideas y planteamientos entre los hombres de su ramo. A las mujeres ahora se las escucha, se atiende a lo que dicen. Unos años atrás su palabra pública no tenía interés; se veía a la mujer como mujer, no como un ser pensante y capaz de formarse un criterio propio.
¿Persisten barreras? Por supuesto que sí. Para mí, es preocupante que no son las mujeres que han demostrado ser las más capaces, en lo que sea, las que se hallan en la mejor situación para poner en práctica su experiencia. Esto ha venido ocurriendo con la elección de las ministras de Igualdad en nuestro país; había mujeres mucho más capacitadas para impulsar y dotar de sentido y contenido un Ministerio de nueva planta como el de Igualdad. O bien, en otro ámbito, ha ocurrido con el fracaso electoral de Hillary Clinton frente a Donald Trump. El mundo sería distinto, más sereno, menos desquiciado, de haber gobernado ella los Estados Unidos.
FEDEPE.- ¿Qué obstáculos has encontrado en tu trayectoria profesional por el hecho de ser mujer? ¿Cómo has conciliado tus aspiraciones profesionales con tu vida personal?
Pues no solo fueron obstáculos, a veces parecían más un muro que un obstáculo que poder saltar fácilmente. El que recuerdo con más intensidad era la diferencia de trato, siempre parecía que las ambiciones de una mujer tenían poca importancia, que podían sacrificarse con naturalidad por su falta de relevancia. Y la consecuencia más inmediata es que tú acabas pensando que, en efecto, eso es así, es decir que interiorizas la debilidad como punto de partida, cuando es de llegada la cosa ya es muy seria.
En cuanto a la conciliación debo decir que se hace lo que se puede y lo digo en el sentido más literal de la expresión. El contexto mental o emocional es el de sobrevivir a todas las exigencias que plantean tanto la vida familiar como la vida profesional, unidas casi simbióticamente en el caso de las mujeres. No comparto la idea de abandonar el trabajo que se tiene para dedicarse a vivir plenamente la maternidad -respetando muchísimo, por supuesto, las decisiones personales-; lo que quiero decir es que no fue nunca mi opción porque hubiera ido en detrimento de mi felicidad personal el hecho de abandonar la docencia en la Universidad. Pero sí me encontré con el problema de la falta de ayudas sociales, la falta de apoyo y de protección a la maternidad: debería haber una mayor sensibilidad política con las necesidades que plantea tanto la gestación como la (larga) crianza de los hijos. Yo salía de clase a veces a las 9,30 de la noche; estas no son horas de llegar a casa cuando tienes hijos pequeños. Son muchas las cosas, grandes y pequeñas, que se podrían corregir para facilitar la labor de las mujeres como madres y animarlas a emprender esta maravillosa aventura. Algunas, como el ajuste de horarios y la conciliación laboral, ya empiezan a dar sus frutos. Pero no es suficiente y a la vista está que no lo es.
FEDEPE.- A pesar de los avances, las mujeres siguen infrarrepresentadas en puestos de decisión. ¿Qué crees que falta por transformar en las empresas y en la cultura laboral para que eso cambie?
Bueno, es cuestión de algo más de tiempo, de credibilidad, y de que se comprenda socialmente la necesidad de que haya más mujeres en cargos importantes, porque, en mi opinión, la mujer es menos depredadora -esto es un hecho fácilmente demostrable, aunque eso no significa que la mujer no pueda ejercer una violencia invisible pero real con su entorno-; pero creo que sus decisiones son menos agresivas y más respetuosas con la sostenibilidad del planeta y con la búsqueda del diálogo. Supongo que en el mundo empresarial estos aspectos deberían valorarse adecuadamente porque son fundamentales. En todo caso, cuando la crisis económica de 2008, que fue una crisis provocada por la ingeniería financiera y por una avidez, fundamentalmente masculina, por enriquecerse rápidamente sin importar las consecuencias, me di cuenta de la necesidad de incorporar plenamente a las mujeres en el ámbito económico para saber cómo podrían ser las cosas con una decisiva participación femenina.
Dicho esto, no me ha parecido correcta la decisión de Pedro Sánchez de inundar la dirección del PSOE de mujeres para compensar las barbaridades que hemos escuchado en las cintas grabadas por Koldo García. Me ha parecido una operación de blanqueo, sin trascendencia. Es decir, que se ha utilizado el feminismo, como pura estrategia compensatoria, para sepultar la gravísima impresión que obtuvo la sociedad, en su conjunto, sobre la procacidad y la falta de respeto a las mujeres. El auténtico liderazgo femenino no pasa por ahí, en mi opinión, pasa por saber acuñar una mentalidad distinta ante los problemas de nuestro tiempo y saber encauzarlos en el bien de todos.
FEDEPE.- ¿Qué avance reciente en igualdad te parece más significativo o demuestra que el cambio es posible?
Los avances, como ya he dicho, han sido muchos, pero el fundamental fue la Ley de Igualdad de 2007.
FEDEPE.- En un momento de transformación digital en la era de la inteligencia artificial, ¿cómo podemos evitar que las brechas de género del pasado se reproduzcan en el futuro?
Soy muy pesimista en esto. Pero para empezar es que me parece que la IA nos va a causar en el futuro inmediato enormes problemas de todo tipo y no somos conscientes de las consecuencias. No deberíamos tener tanta prisa, tanta desesperación por poner nuestras vidas en manos de la robótica, por permitir que la IA supla con sus funciones la inteligencia humana y su capacidad de decisión; será la misma depredación de siempre, pero infinitamente más peligrosa. Tampoco estoy de acuerdo con las teorías que ahora proliferan desdeñando el valor del trabajo, del esfuerzo, de la realización personal. No hemos venido aquí a trabajar, decía no hace mucho Bill Gates. Yo creo, por el contrario, que sí, que hemos venido a luchar, a construir un mundo a la medida humana, una tarea nada fácil, pero para mí es el objetivo principal. ¿Seremos más libres confiando nuestra capacidad de pensamiento y ejecución en las máquinas? ¿O nos convertiremos en seres fácilmente manipulables, a merced de las turbas virtuales, pegados todo el día a unas pantallas diseñadas para el entretenimiento más inoperante, sin un proyecto de vida verdaderamente nuestro? Así fracasan las civilizaciones. Y creo que las mujeres tenemos mucho que decir sobre esto y deberíamos ponernos a trabajar en un modelo de contención, de moderación de esas élites depredadoras a las que no parece importarles nada más que el beneficio económico, es decir, el poder.
FEDEPE.- ¿Qué papel crees que deben jugar las organizaciones, empresas o instituciones para acelerar la igualdad real?
Yo lo que creo es que la igualdad real en nuestro mundo está rozando sus más altas posibilidades, es decir que ya va a depender de las propias mujeres su capacidad para implementar esa igualdad en una dirección determinada. Pensemos además que la humanidad es una, por más sesgos distintivos que introduzcamos en ella para dividirla y aislarla. Entonces pienso que todos -organizaciones, empresas e instituciones- estamos en el mismo barco, cada vez más saturado de población, más complejo, con menos recursos y con bolsas de pobreza, violencia e ignorancia que son aterradoras. ¿Qué puede hacer una asociación feminista? En primer lugar olvidarse de las divisiones internas y trabajar en común, porque o bien las mujeres tenemos algo que decir sobre la marcha del mundo y lo decimos lo más alto posible, o nos recluimos en preocupaciones endogámicas y estrechamente vinculadas a nuestro propio interés personal (como el techo de cristal o la falta de promoción interna (por poner algunos ejemplo). Es el gran reto del feminismo en estos momentos, tiene que crecer y poner su mira en un horizonte distinto, luchar por un futuro para todos o nos quedaremos sin futuro, por más estaciones espaciales que se construyan. Yo creo que lo que viene es una gran oportunidad para las mujeres.













